Una historia de Navidad
20 diciembre 2006
Texto y fotografías de un usuario del Sistema Informativo Atrabilioso.
Esta es una invitación para los usuarios de Atrabilioso que quieran contarnos alguna experiencia de compartir lo que tenemos, que es demasiado para quienes nada tienen...
Era una tarde agitada, con un enorme listado de compras y curiosidades. En el recorrido había que verlo todo, calcularlo y elegir al destinatario, en un andar frenético y agotador.
Era ya tarde y la noche que amenazaba. Mi esposa y yo nos sentamos en relativa calma para descansar un poco de tanto ajetreo e intercambiar impresiones mientras nos dejábamos tentar y morir de gusto frente a un oloroso pastel de guayaba y arequipe, tentación irrechazable que se convierte en un desafío para cualquier dieta.
En lo mejor del saboreo, un cincuentón humilde con la caja de embetunador en la mano, con timidez pero lleno de dignidad nos interrumpió, ofreciendo embetunar mis zapatos. Sin responderle, mi esposa y yo, al mismo tiempo, fijamos los ojos en mis zapatos: Están limpios, le replique.
Sin dejar de mirarme, con esa mirada que implora insistió: se los brillo entonces.
Están brillantes, le volví a contestar.
Después de mi respuesta, el hombre se quedo impávido y estático… ni se movió, solo sonrió. Adivine entonces su intención: estaría frente a mi hasta que lo rechazara con indolencia.

Sin embargo se equivoco el gratuito mirador de mis zapatos; lo invité a sentarse a la mesa, compartimos el mas sabroso de los pasteles que viviente alguno pudiera imaginar, mientras le interrogaba sobre su oficio:
-Es inseguro, no hay nada fijo- me comento.
-Hay días muy buenos y otros no tanto… como hoy que están remodelando el centro comercial y no entran muchos compradores. Además llueve y la lluvia es mi enemiga... nadie hace embetunar sus zapatos, pero no me quejo: hace treinta años me dedico a esto, he vivido bien aunque muy modestamente; mi casita es propia, vivimos como lo que somos, pobremente, pero he logrado educar a mis hijas ya casi se empiezan a graduar, son bonitas y aplicadas, seguramente tendrán buenos empleos y podrán hacer una vida mucho mejor que la que les he dado, pero doy gracias a Dios por permitir que jamás me falte el trabajo, solo que hoy me falta este ultimo trabajito para completar el "diario" y así mañana tendríamos para pasarla bien sin recortar nada…-
Y prosiguió: - ya es tarde así que me iré sin lograr lo que esperaba, pero mañana será otro día.
Noté que con cierto recato y disimulo envolvía medio pastel en una servilleta y entonces le pregunté por qué lo hacía y si acaso no le había gustado. El respondió:
- Me gusto muchísimo... pocas veces me puedo dar ese lujo y menos aún invitado por un cliente....¿usted sabe?...quiero compartirlo con mi vieja, a ella le encantan estos pasteles, así que le llevare la mitad....me quedé mirándolo entre conmovido y atónito y cruzamos una mirada cristalina…
Le pedí que brillara los zapatos, que los sobara cuanto quisiera y así lo hizo, con brío y cierta especialidad. A cada momento me miraba en silencio con cierta complacencia, como adivinando mi pensamiento y al terminar, tomando su caja amiga y esclava en una mano, me dijo secamente: --Serian dos mil pesitos, pero por lo del pastel, déme solo mil y quedamos bien...-
Lo mire con gusto, me cautivó su nobleza, su seguridad en si mismo y su amor a la familia. Decidido le pase un billete de alta denominación, me miró asustado y me dijo: ¿usted esta loco?
Luego me reprocho: ¿quién va a tener devuelta para ese billetón? Mejor después me paga.-
Entonces le dije que no tenía que devolverme nada, que se quedara con todo.
El hombre se quedo mudo y yo también, apenas si lo recibió medio atolondrado mientras mascullaba:
- Mucho dinero por tan poca cosa.-
Le dije que se equivocaba y que él me había regalado más de lo que yo le ofrecía en aquel momento, pues me hizo caer en la cuenta de cuanto he recibido sin merecerlo.
Entonces le pedí que aceptara ese billete como un ínfimo pago inicial a la vida por haberme dado el privilegio de hablar con él esa tarde.
En ese momento la muchacha que servia en la cafetería le entrego la cajita de pasteles que disimuladamente había ordenado para él, dobló el billete ceremoniosamente, se santiguo con el mientras lo aseguraba en su bolsillo, me dio las gracias y me encimo una sonrisa ...
Lo vi alejarse mientas sacaba el medio pastel que había guardado en su bolsillo, me miro de nuevo y con pastel en mano se despedía mientras marchaba con una alegría que se notaba… luego se perdió de mi vista, pero no de mi recuerdo, nobilísimo amigo.

Le pedí que brillara los zapatos, que los sobara cuanto quisiera y así lo hizo, con brío y cierta especialidad. A cada momento me miraba en silencio con cierta complacencia, como adivinando mi pensamiento y al terminar, tomando su caja amiga y esclava en una mano, me dijo secamente: --Serian dos mil pesitos, pero por lo del pastel, déme solo mil y quedamos bien...-
Lo mire con gusto, me cautivó su nobleza, su seguridad en si mismo y su amor a la familia. Decidido le pase un billete de alta denominación, me miró asustado y me dijo: ¿usted esta loco?
Luego me reprocho: ¿quién va a tener devuelta para ese billetón? Mejor después me paga.-
Entonces le dije que no tenía que devolverme nada, que se quedara con todo.
El hombre se quedo mudo y yo también, apenas si lo recibió medio atolondrado mientras mascullaba:
- Mucho dinero por tan poca cosa.-
Le dije que se equivocaba y que él me había regalado más de lo que yo le ofrecía en aquel momento, pues me hizo caer en la cuenta de cuanto he recibido sin merecerlo.
Entonces le pedí que aceptara ese billete como un ínfimo pago inicial a la vida por haberme dado el privilegio de hablar con él esa tarde.
En ese momento la muchacha que servia en la cafetería le entrego la cajita de pasteles que disimuladamente había ordenado para él, dobló el billete ceremoniosamente, se santiguo con el mientras lo aseguraba en su bolsillo, me dio las gracias y me encimo una sonrisa ...
Lo vi alejarse mientas sacaba el medio pastel que había guardado en su bolsillo, me miro de nuevo y con pastel en mano se despedía mientras marchaba con una alegría que se notaba… luego se perdió de mi vista, pero no de mi recuerdo, nobilísimo amigo.