Los paisas me empezaron a caer pesados...
06 diciembre 2006
Por Oscar Betancur. Columnista Sistema Informativo Atrabilioso.
No hay remedio. Entiendo perfectamente lo que muchos sienten: los paisas no son ahora de mi devoción y me empezaron a caer pesados.
Me molesta sobremanera su pretensión y orgullo. Quieren hacer de Medellín una ciudad cívica, pujante, culta, limpia y llegan al colmo de presentar a los visitantes a un Alcalde sin oposición irreflexiva, una administración que no solo se preocupa por trabajar sino que también tiene la osadía de infundir fe y optimismo en sus habitantes… esto para mi es intolerable.
¿Cómo puede ser posible que tengan un Metro impecable, ordenado y cuidado por todos sus usuarios? Esas virtudes creía que solo las poseían los mas cultos europeos… ¡esto es demasiado!
Y pensar que hay pobreza y desempleo pero no lo dejan ver, no se ven harapientos, aunque muchos venden baratijas en los semáforos para ganarse la vida, las estadísticas los consideran desempleados cuando no subempleados, pero en la práctica trabajan doce horas diarias y viven bien aunque modestamente.
No me gusto de los paisas su optimismo y fe en Colombia, es demasiado para el momento en que vivimos: Mientras otros destruyen y estorban ellos construyen y dan ejemplo de civismo, desentonan, se dejan gobernar, colaboran y apoyan a sus gobernantes, vicio bastante extendido entre ellos, los despreciables paisas.
No hay que querelos pero al menos seria bueno imitarlos pues emociona su amor al trabajo, se inventan minúsculas empresas para sobrevivir dignamente, ágiles recicladores recorren fatigosamente con sus pesados carretones las empinadas lomas de la parte alta de la ciudad, buscando entre los desperdicios lo que pueda tener utilidad, rescatando papeles, envases y metales.
Ciertamente no ganarán mucho, solo lo suficiente para mantener a sus familias, pero trabajan y dan ejemplo de laboriosidad, tenacidad y dedicación.
Es más: compartí carretón con uno de ellos y le esculqué el alma. A Fabián lo conocía de años atrás y me encontré con un hombre que, a punta de reciclaje, se ha esforzado para levantar a sus hijos con dignidad.
El hombre no maldice ni se queja, pide a Dios su ayuda y agradece con creces a quienes teniendo, comparten con quien tiene menos, trata de superarse educando a sus niños, se considera afortunado. Incluso fui testigo del desprendimiento de Fabián: lo vi entregarle unos pesos a un muchacho trabajador de un edificio… esta en la mala, me dijo, necesita ayuda y yo le colaboro.
Fastidiosos paisas de los barrios peligrosos, donde antes ni las autoridades podían entrar. Ahora uno se encuentra con comunidades cívicas, pacificas y pujantes en donde construyeron un Metro cable, que se encarama sobre los barrios para ofrecer transporte barato a los mas pobres y humildes, conectarlos a una sociedad que ahora los reclama y les ayuda.
El cambio en los barrios más humildes es impresionante: se han industrializado y hoy están llenos de artesanos y gente que quiere progresar trabajando, cuidan su medio de transporte como un tesoro, también en ellos ha nacido el civismo y su amor al trabajo, dejando atrás las armas y el crimen.
Ejemplos se ven a borbotones: una muchacha decidió que era mejor trabajar que resignarse a ser pobre y con su esposo (haciendo milagros) crearon una fábrica de replicas de autos antiguos en madera que ella misma vende en un toldo cerca a la estación del Metro cable.
No me acaban de convencer los paisas: es mejor seguir siendo pobres para poder lamentarse y dar la nota en un país de quejosos.
Horrorizan los paisas, tumbaron una ciudad para construir otra, como no cabían en el valle se encaramaron a las montañas, ya casi llegan al cielo, brotan edificios como retoños en las lomas de El Poblado y Envigado, lujosos edificios donde antes eran potreros ,se respira bonanza económica y sobra laboriosidad y pujanza, desventurados paisas, creen en el progreso y lo peor de todo, le apuestan al futuro con optimismo y fe: Limpiaron el río Medellín e hicieron bulevares en sus orillas, la vía mas complicada, la carrera Carabobo, desde este principio de mes es una arteria peatonal… pobres paisas, creer en el futuro del país.
Fea virtud paisa, la simpatía de sus gentes, muchachos estudiosos, los humildes van a la universidad, las hijas del portero del edificio donde me hospedé se graduarán muy pronto, el Alcalde Fajardo ha creado institutos populares, allí miles de muchachos estudian y se entrenan en modernos oficios, se creó un fondo para financiar pequeñas empresas, trabajan y son apoyados por grandes empresarios… ilusos paisas quieren progresar.
Que belleza de juventud: se preocupan por su persona, visten muy bien, sus rostros son alegres, su actitud emprendedora, amables y descomplicados, muchachas muy bellas adornan las aceras y parques; muchachos emprendedores y ágiles le apuntan al progreso, por eso y mucho más me caen tan pesados los paisas, pero aun así, no puedo dejar de serlo.
No hay remedio. Entiendo perfectamente lo que muchos sienten: los paisas no son ahora de mi devoción y me empezaron a caer pesados.
Me molesta sobremanera su pretensión y orgullo. Quieren hacer de Medellín una ciudad cívica, pujante, culta, limpia y llegan al colmo de presentar a los visitantes a un Alcalde sin oposición irreflexiva, una administración que no solo se preocupa por trabajar sino que también tiene la osadía de infundir fe y optimismo en sus habitantes… esto para mi es intolerable.
¿Cómo puede ser posible que tengan un Metro impecable, ordenado y cuidado por todos sus usuarios? Esas virtudes creía que solo las poseían los mas cultos europeos… ¡esto es demasiado!
Y pensar que hay pobreza y desempleo pero no lo dejan ver, no se ven harapientos, aunque muchos venden baratijas en los semáforos para ganarse la vida, las estadísticas los consideran desempleados cuando no subempleados, pero en la práctica trabajan doce horas diarias y viven bien aunque modestamente.
No me gusto de los paisas su optimismo y fe en Colombia, es demasiado para el momento en que vivimos: Mientras otros destruyen y estorban ellos construyen y dan ejemplo de civismo, desentonan, se dejan gobernar, colaboran y apoyan a sus gobernantes, vicio bastante extendido entre ellos, los despreciables paisas.
No hay que querelos pero al menos seria bueno imitarlos pues emociona su amor al trabajo, se inventan minúsculas empresas para sobrevivir dignamente, ágiles recicladores recorren fatigosamente con sus pesados carretones las empinadas lomas de la parte alta de la ciudad, buscando entre los desperdicios lo que pueda tener utilidad, rescatando papeles, envases y metales.
Ciertamente no ganarán mucho, solo lo suficiente para mantener a sus familias, pero trabajan y dan ejemplo de laboriosidad, tenacidad y dedicación.
Es más: compartí carretón con uno de ellos y le esculqué el alma. A Fabián lo conocía de años atrás y me encontré con un hombre que, a punta de reciclaje, se ha esforzado para levantar a sus hijos con dignidad.
El hombre no maldice ni se queja, pide a Dios su ayuda y agradece con creces a quienes teniendo, comparten con quien tiene menos, trata de superarse educando a sus niños, se considera afortunado. Incluso fui testigo del desprendimiento de Fabián: lo vi entregarle unos pesos a un muchacho trabajador de un edificio… esta en la mala, me dijo, necesita ayuda y yo le colaboro.
Fastidiosos paisas de los barrios peligrosos, donde antes ni las autoridades podían entrar. Ahora uno se encuentra con comunidades cívicas, pacificas y pujantes en donde construyeron un Metro cable, que se encarama sobre los barrios para ofrecer transporte barato a los mas pobres y humildes, conectarlos a una sociedad que ahora los reclama y les ayuda.
El cambio en los barrios más humildes es impresionante: se han industrializado y hoy están llenos de artesanos y gente que quiere progresar trabajando, cuidan su medio de transporte como un tesoro, también en ellos ha nacido el civismo y su amor al trabajo, dejando atrás las armas y el crimen.
Ejemplos se ven a borbotones: una muchacha decidió que era mejor trabajar que resignarse a ser pobre y con su esposo (haciendo milagros) crearon una fábrica de replicas de autos antiguos en madera que ella misma vende en un toldo cerca a la estación del Metro cable.
No me acaban de convencer los paisas: es mejor seguir siendo pobres para poder lamentarse y dar la nota en un país de quejosos.
Horrorizan los paisas, tumbaron una ciudad para construir otra, como no cabían en el valle se encaramaron a las montañas, ya casi llegan al cielo, brotan edificios como retoños en las lomas de El Poblado y Envigado, lujosos edificios donde antes eran potreros ,se respira bonanza económica y sobra laboriosidad y pujanza, desventurados paisas, creen en el progreso y lo peor de todo, le apuestan al futuro con optimismo y fe: Limpiaron el río Medellín e hicieron bulevares en sus orillas, la vía mas complicada, la carrera Carabobo, desde este principio de mes es una arteria peatonal… pobres paisas, creer en el futuro del país.
Fea virtud paisa, la simpatía de sus gentes, muchachos estudiosos, los humildes van a la universidad, las hijas del portero del edificio donde me hospedé se graduarán muy pronto, el Alcalde Fajardo ha creado institutos populares, allí miles de muchachos estudian y se entrenan en modernos oficios, se creó un fondo para financiar pequeñas empresas, trabajan y son apoyados por grandes empresarios… ilusos paisas quieren progresar.
Que belleza de juventud: se preocupan por su persona, visten muy bien, sus rostros son alegres, su actitud emprendedora, amables y descomplicados, muchachas muy bellas adornan las aceras y parques; muchachos emprendedores y ágiles le apuntan al progreso, por eso y mucho más me caen tan pesados los paisas, pero aun así, no puedo dejar de serlo.