Genocidio paramilitar
21 diciembre 2006
Por Jaime Restrepo. Director Sistema Atrabilioso
Estas fechas son especialmente difíciles para quienes padecen la desaparición o el secuestro de algún familiar.
Muchos no alcanzamos a entender la dimensión de ese dolor que los embarga, de esa silla vacía en la mesa de la cena navideña, o de ese regalo que permanecerá junto al árbol de Navidad hasta que sea liberado o, aún peor, hasta que se tengan noticias del ser querido.
Cada Navidad extraño a Francisco Collazos, ese maravilloso ser que compartió varias navidades junto a mi familia… ¿cómo explicarles a las FARC que sus hijos y sus amigos esperamos su regreso?
Miles de familias, ahora en la Costa Atlántica, deben esperar con ansiedad que los miembros de las AUC indiquen los sitios en donde decidieron excavar las fosas comunes para depositar allí los restos de centenares de víctimas del criminal grupo armado.
Los rostros de los familiares que han asistido a las primeras audiencias en el proceso contra Salvatore Mancuso reflejan esa ansiedad, ese deseo inmenso de saber en qué lugar descansan los restos de aquella persona que en algún momento fue centro de un hogar.
No es mucho lo que piden… solo que les digan la ubicación de la fosa, para llevar los restos a una tumba que puedan visitar.
¡Qué Navidad tan dolorosa! Porque lo cierto es que han aparecido centenares de fosas y el año entrante seguramente los procesos llevarán a descubrir muchas más.
La tragedia diseminada por los mal llamados paramilitares en todo el territorio nacional hasta ahora está asomando su monstruosa figura: el propio Fiscal General admitió que "en Colombia se han encontrado más fosas comunes que durante la dictadura de Pinochet en Chile".
Es que el cúmulo de declaraciones, que se cuentan por miles, han llevado al hallazgo de decenas de fosas comunes, pues el aparato judicial para adelantar las diligencias de exhumación de las víctimas ha sido rebosado ante la cantidad de información que han entregado los desmovilizados de las Autodefensas.
En esta Navidad, unas pocas familias, de las miles que tienen el dolor de un desaparecido en la familia, podrán levantar ese puesto en la mesa de Navidad y cambiar el destinatario del preciado regalo que por años permaneció junto al árbol navideño. Esas familias, por fin, tendrán la posibilidad de elaborar un duelo y soñar con la reparación que deben hacer los criminales asesinos por la sangre derramada y el dolor que les infringieron.
Pero es claro que Gustavo Petro tiene razón cuando habla de un genocidio en Sucre… parece que son centenares de víctimas y la cuenta final solo será un dato que la historia obtendrá del seguimiento detallado de esta vergüenza colombiana.
Ojalá que en esta Navidad los desalmados asesinos, aquellos que desmembraron cuerpos con motosierras y quemaron los restos de sus víctimas para enterrarlas en fosas más pequeñas, recuerden que la Navidad NUNCA les llegará, porque en lugar de celebrar la vida, han sido Herodes que esparcieron muerte, dolor y destrucción.
Estas fechas son especialmente difíciles para quienes padecen la desaparición o el secuestro de algún familiar.
Muchos no alcanzamos a entender la dimensión de ese dolor que los embarga, de esa silla vacía en la mesa de la cena navideña, o de ese regalo que permanecerá junto al árbol de Navidad hasta que sea liberado o, aún peor, hasta que se tengan noticias del ser querido.
Cada Navidad extraño a Francisco Collazos, ese maravilloso ser que compartió varias navidades junto a mi familia… ¿cómo explicarles a las FARC que sus hijos y sus amigos esperamos su regreso?
Miles de familias, ahora en la Costa Atlántica, deben esperar con ansiedad que los miembros de las AUC indiquen los sitios en donde decidieron excavar las fosas comunes para depositar allí los restos de centenares de víctimas del criminal grupo armado.
Los rostros de los familiares que han asistido a las primeras audiencias en el proceso contra Salvatore Mancuso reflejan esa ansiedad, ese deseo inmenso de saber en qué lugar descansan los restos de aquella persona que en algún momento fue centro de un hogar.
No es mucho lo que piden… solo que les digan la ubicación de la fosa, para llevar los restos a una tumba que puedan visitar.
¡Qué Navidad tan dolorosa! Porque lo cierto es que han aparecido centenares de fosas y el año entrante seguramente los procesos llevarán a descubrir muchas más.
La tragedia diseminada por los mal llamados paramilitares en todo el territorio nacional hasta ahora está asomando su monstruosa figura: el propio Fiscal General admitió que "en Colombia se han encontrado más fosas comunes que durante la dictadura de Pinochet en Chile".
Es que el cúmulo de declaraciones, que se cuentan por miles, han llevado al hallazgo de decenas de fosas comunes, pues el aparato judicial para adelantar las diligencias de exhumación de las víctimas ha sido rebosado ante la cantidad de información que han entregado los desmovilizados de las Autodefensas.
En esta Navidad, unas pocas familias, de las miles que tienen el dolor de un desaparecido en la familia, podrán levantar ese puesto en la mesa de Navidad y cambiar el destinatario del preciado regalo que por años permaneció junto al árbol navideño. Esas familias, por fin, tendrán la posibilidad de elaborar un duelo y soñar con la reparación que deben hacer los criminales asesinos por la sangre derramada y el dolor que les infringieron.
Pero es claro que Gustavo Petro tiene razón cuando habla de un genocidio en Sucre… parece que son centenares de víctimas y la cuenta final solo será un dato que la historia obtendrá del seguimiento detallado de esta vergüenza colombiana.
Ojalá que en esta Navidad los desalmados asesinos, aquellos que desmembraron cuerpos con motosierras y quemaron los restos de sus víctimas para enterrarlas en fosas más pequeñas, recuerden que la Navidad NUNCA les llegará, porque en lugar de celebrar la vida, han sido Herodes que esparcieron muerte, dolor y destrucción.