Colombianos responden a los ataques en el exterior
26 diciembre 2006
Por Mariela Arango. Columnista Invitada Sistema Atrabilioso
En días pasados me encontré con un artículo publicado en el diario canadiense The Gazette en donde se pide, palabras más, palabras menos, que se suspenda todo tipo de ayuda a Colombia por cuenta de los abusos y salvajismo de los paramilitares en Sucre.
Ante semejante premisa, decidí enviar una carta en los siguientes términos:
En días pasados me encontré con un artículo publicado en el diario canadiense The Gazette en donde se pide, palabras más, palabras menos, que se suspenda todo tipo de ayuda a Colombia por cuenta de los abusos y salvajismo de los paramilitares en Sucre.
Ante semejante premisa, decidí enviar una carta en los siguientes términos:
Escribo para objetar las conclusiones del articulo publicado por Royal Orr donde concluye que Canadá debería repensar la idea de reanudar conversaciones comerciales con Colombia, basado en el hecho de que es necesario exigir un mínimo de paz y justicia.
¿Cree el señor Orr en el estereotipo de que son los carteles de la droga quienes controlan al gobierno colombiano y dirigen el país?
¿Qué hay de la gente honesta y trabajadora que conforma la mayoría de colombianos quienes creen que el trabajo y la educación son la base para un mejor futuro? ¿Qué hay de los colombianos que creen en la democracia y usan su voto para elegir a los gobernantes que promoverán el crecimiento económico del país?. Estas personas están convencidas de que el Gobierno esta haciendo lo mejor que se puede contra los carteles de la droga.
Los colombianos vivimos en un mundo real, si se quiere en una cruda realidad como la que describe Orr en su comentario, y por lo tanto nuestro Gobierno requiere de la ayuda económica de Canadá para luchar contra el crimen organizado.
Obviamente nosotros quisiéramos que el presupuesto que se gasta en guerra fuera utilizado en educación, programas sociales, incentivos económicos para la industria privada y estatal pero esa cruda realidad de la que hablaba anteriormente, obliga a invertir las ayudas en combatir a las narcoguerrillas y a los narcoparamilitares, empresas criminales que solo buscan desestabilizar la democracia y al gobierno elegido democráticamente.
También es bueno recordar la corresponsabilidad: El negocio de las drogas finaliza en los países ricos, donde se convierte en un lucrativo negocio del cual los narcos colombianos solo obtienen una pequeña parte de este pastel, pero eso hace parte de otra discusión.
Los criminales colombianos valorarían enormemente que Canadá y el resto del mundo decidieran suspender las relaciones comerciales con Colombia.
Esto, porque ante la escasez de recursos, el Gobierno no tendría forma de luchar contra las organizaciones criminales y serian los narcos quienes tendrían el dinero para gobernar el país. En la práctica, esa decisión implicaría que nuestra democracia desaparecía.
Incrementar los negocios con Colombia significará un aumento de los ingresos para el Gobierno que deberá invertirlos en mejorar el aparato militar, en fortalecer el sistema judicial y en consolidar la economía, pudiendo así ofrecer a los jóvenes colombianos una alternativa diferente a la vivir dentro del crimen organizado.
Entonces, la preocupación esencial no debe centrarse los crímenes que se producen en Colombia, pues seguramente el abandono de países como Canadá solo promoverá un mayor derramamiento de sangre, por cuenta de la incapacidad económica y política del Estado para mantener el control de todo el territorio nacional.
Mejor preocupémonos por ofrecerles a los jóvenes colombianos la oportunidad de crecer en su país, con un futuro despejado, productivo y en paz: las relaciones comerciales entre Colombia y Canadá necesariamente conllevaran a esto.