La historia de la desnaturalización
06 septiembre 2006
Por Mauricio López. Miembro de Bogotá Fuerte.
Los abuelos vivían en y del campo. Allí establecieron una relación sana con su entorno inmediato.
Sin embargo los papás estudiaron y se mudaron a trabajar en las ciudades donde entraron en contacto con una clase débil, orgullosa, excluyente, irrespetuosa, oportunista, aprovechada y violenta (características heredadas en su gran mayoría de su cercana relación con los colonizadores).
Tan pronto empezó el contacto de los padres con esta nueva sociedad citadina sufrieron la transmisión de los complejos que encontraron nuevos huéspedes para incubarse y reproducirse con tranquilidad en la siguiente generación, a la que usted muy posiblemente pertenece.
Ahora usted puede ser uno de los tantos que, en el momento más productivo de su vida, cuando tiene la capacidad de generar desarrollo acelerado, está esperando la respuesta de la embajada para vender su casa, su carro y emigrar con su recién establecida pareja a algún país frío.
En eso queda convertida la última etapa de la evolución: vivir entre quienes ha tratado toda la vida de parecerse, preocupado por la pronunciación, siempre mostrando ser quien no es, lejos de las personas que quiere y en un entorno en el que nunca se sentirá en casa.
Finalmente, en la siguiente generación, sus hijos nacen y son por fin 100% diferentes a su naturaleza (por lo menos políticamente), el proceso de desnaturalización llegó a su fin y el complejo se satisfizo. Tres generaciones le toma incubarse, desarrollarse y acabar con su huésped.
La desnaturalización a un nivel personal
Una vez emigrado, en el primer año, envía y envía fotos donde aparece la nieve y un carro grande, siempre dice que es muy feliz y que todo es muy bonito, en un esfuerzo constante de auto-validación, tratando de convencerse que tenían razón, que es realmente muy bonito como tanto le habían dicho y que en dólares lo que gana es muchísimo.
En el segundo año empieza a reconocer que algo no está bien, el frío y la nieve ya no lo emocionan tanto, no se siente realmente a gusto, todos sus conocidos son de otras nacionalidades y ahora se esfuerza por adicionar un nativo a la lista de amistades y cuando lo logra se siente especialmente bien.
Entonces, un extraño y mal llamado nacionalismo se apodera de usted, se pone camisas y pulseras con el tricolor nacional, habla sobre la comida, los paisajes y hace planes para volver en las próximas vacaciones. Su naturaleza siempre estará con usted, debilitada pero siempre con usted.
Nunca seremos tan buenos, tan grandes o tan “desarrollados” mientras nuestros recursos naturales (especialmente los humanos) estén al servicio de los intereses de otras culturas.
No se trata de rechazarlas o de enfrentarlas de manera alguna, no se trata de implementar algún obtuso e inservible nacionalismo, se trata simplemente de establecer relaciones equilibradas desde todos los puntos de vista, relaciones que generen beneficios y crecimiento mutuo. Los colombianos y, en general, todos los americanos podemos dar ejemplo y enseñarle al mundo la mejor manera de hacerlo.
Para ser grandes solamente necesitamos dejar que los más jóvenes se desarrollen naturalmente, que no se parezcan a nosotros. La naturaleza es sabia y con certeza les indicará el camino correcto.
Jalón de orejas
Un impopular llamado de atención a algunos de nuestros grandes jóvenes, mujeres y hombres.
- A un comprometido presidente para quien (según los medios de comunicación) el objeto de su máximo respeto es un ex presidente muerto de otro país. Tenemos un gran líder de quien dicen que cuando se exalta habla en inglés. Esperamos que no sea más que un mal intencionado chisme, pero dada las características de nuestro entorno no sería extraño encontrar esta clase de debilidades incrustadas en los más profundo del comportamiento de nuestros grandes actores de cambio.
- A un escritor mundialmente admirado, ganador de un premio Nobel, que prefiere vivir en México y que sólo viene de paso a Cartagena, privando, con su injustificado estilo de vida, a miles de jóvenes colombianos de la posibilidad de del orgullo de salir pensando que son y tienen lo mejor de lo mejor.
- La catante más exitosa que ha nacido en el país vive en el enrarecido mundo de Miami, entregándole toda la riqueza que ha generado a un país que no la necesita. Estamos enseñados a ser grandes de la manera más dañina posible para el entorno que nos formó, para las personas que en él habitan.
- A los más calificados académicos que consideran que servir en alguna universidad de segundo renglón en un frío país es lo mejor que les puede pasar, cuando pueden fortalecer y engrandecer las mejores universidades del país, ayudando a romper el vicioso ciclo de validación que alrededor de la educación seguimos sosteniendo.
- A los actores y actrices que cuando se quedan sin trabajo le hacen saber a todo el país que el paso final en su carrera es incursionar en Miami, México o donde sea y que por eso se van. El dañino mensaje siempre es el mismo: “si eres bueno debes irte”.
Son demasiados los casos, todos entendibles por que también fueron por mucho tiempo jóvenes expuestos a la desnaturalización. No les enseñaron a relacionarse sanamente con otras culturas, les enseñaron a tratar de ser quienes no son.
Para todos es muy difícil estar exentos de las debilidades de haber experimentado la desnaturalización a lo largo de toda una vida, pero esta clase de personas, a quienes la vida (y muy probablemente su entorno) ha dotado con especiales capacidades y dones, no sólo deben poder hacerle frente a la desnaturalización sino que, además, tienen la responsabilidad de hacerlo, son ejemplo para todos y desafortunadamente siguen enseñando mal.
Los abuelos vivían en y del campo. Allí establecieron una relación sana con su entorno inmediato.
Sin embargo los papás estudiaron y se mudaron a trabajar en las ciudades donde entraron en contacto con una clase débil, orgullosa, excluyente, irrespetuosa, oportunista, aprovechada y violenta (características heredadas en su gran mayoría de su cercana relación con los colonizadores).
Tan pronto empezó el contacto de los padres con esta nueva sociedad citadina sufrieron la transmisión de los complejos que encontraron nuevos huéspedes para incubarse y reproducirse con tranquilidad en la siguiente generación, a la que usted muy posiblemente pertenece.
Ahora usted puede ser uno de los tantos que, en el momento más productivo de su vida, cuando tiene la capacidad de generar desarrollo acelerado, está esperando la respuesta de la embajada para vender su casa, su carro y emigrar con su recién establecida pareja a algún país frío.
En eso queda convertida la última etapa de la evolución: vivir entre quienes ha tratado toda la vida de parecerse, preocupado por la pronunciación, siempre mostrando ser quien no es, lejos de las personas que quiere y en un entorno en el que nunca se sentirá en casa.
Finalmente, en la siguiente generación, sus hijos nacen y son por fin 100% diferentes a su naturaleza (por lo menos políticamente), el proceso de desnaturalización llegó a su fin y el complejo se satisfizo. Tres generaciones le toma incubarse, desarrollarse y acabar con su huésped.
La desnaturalización a un nivel personal
Una vez emigrado, en el primer año, envía y envía fotos donde aparece la nieve y un carro grande, siempre dice que es muy feliz y que todo es muy bonito, en un esfuerzo constante de auto-validación, tratando de convencerse que tenían razón, que es realmente muy bonito como tanto le habían dicho y que en dólares lo que gana es muchísimo.
En el segundo año empieza a reconocer que algo no está bien, el frío y la nieve ya no lo emocionan tanto, no se siente realmente a gusto, todos sus conocidos son de otras nacionalidades y ahora se esfuerza por adicionar un nativo a la lista de amistades y cuando lo logra se siente especialmente bien.
Entonces, un extraño y mal llamado nacionalismo se apodera de usted, se pone camisas y pulseras con el tricolor nacional, habla sobre la comida, los paisajes y hace planes para volver en las próximas vacaciones. Su naturaleza siempre estará con usted, debilitada pero siempre con usted.
Nunca seremos tan buenos, tan grandes o tan “desarrollados” mientras nuestros recursos naturales (especialmente los humanos) estén al servicio de los intereses de otras culturas.
No se trata de rechazarlas o de enfrentarlas de manera alguna, no se trata de implementar algún obtuso e inservible nacionalismo, se trata simplemente de establecer relaciones equilibradas desde todos los puntos de vista, relaciones que generen beneficios y crecimiento mutuo. Los colombianos y, en general, todos los americanos podemos dar ejemplo y enseñarle al mundo la mejor manera de hacerlo.
Para ser grandes solamente necesitamos dejar que los más jóvenes se desarrollen naturalmente, que no se parezcan a nosotros. La naturaleza es sabia y con certeza les indicará el camino correcto.
Jalón de orejas
Un impopular llamado de atención a algunos de nuestros grandes jóvenes, mujeres y hombres.
- A un comprometido presidente para quien (según los medios de comunicación) el objeto de su máximo respeto es un ex presidente muerto de otro país. Tenemos un gran líder de quien dicen que cuando se exalta habla en inglés. Esperamos que no sea más que un mal intencionado chisme, pero dada las características de nuestro entorno no sería extraño encontrar esta clase de debilidades incrustadas en los más profundo del comportamiento de nuestros grandes actores de cambio.
- A un escritor mundialmente admirado, ganador de un premio Nobel, que prefiere vivir en México y que sólo viene de paso a Cartagena, privando, con su injustificado estilo de vida, a miles de jóvenes colombianos de la posibilidad de del orgullo de salir pensando que son y tienen lo mejor de lo mejor.
- La catante más exitosa que ha nacido en el país vive en el enrarecido mundo de Miami, entregándole toda la riqueza que ha generado a un país que no la necesita. Estamos enseñados a ser grandes de la manera más dañina posible para el entorno que nos formó, para las personas que en él habitan.
- A los más calificados académicos que consideran que servir en alguna universidad de segundo renglón en un frío país es lo mejor que les puede pasar, cuando pueden fortalecer y engrandecer las mejores universidades del país, ayudando a romper el vicioso ciclo de validación que alrededor de la educación seguimos sosteniendo.
- A los actores y actrices que cuando se quedan sin trabajo le hacen saber a todo el país que el paso final en su carrera es incursionar en Miami, México o donde sea y que por eso se van. El dañino mensaje siempre es el mismo: “si eres bueno debes irte”.
Son demasiados los casos, todos entendibles por que también fueron por mucho tiempo jóvenes expuestos a la desnaturalización. No les enseñaron a relacionarse sanamente con otras culturas, les enseñaron a tratar de ser quienes no son.
Para todos es muy difícil estar exentos de las debilidades de haber experimentado la desnaturalización a lo largo de toda una vida, pero esta clase de personas, a quienes la vida (y muy probablemente su entorno) ha dotado con especiales capacidades y dones, no sólo deben poder hacerle frente a la desnaturalización sino que, además, tienen la responsabilidad de hacerlo, son ejemplo para todos y desafortunadamente siguen enseñando mal.